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Hay que soñar y atreverse a triunfar |
Cuando mi mamá estaba
organizando documentos viejos, encontró unas hojas de papel tamaño carta con ejercicios
escolares; eran las tareas de fin de curso de 31 niños que egresaban del preescolar. El título decía: En el futuro yo seré...
Mi madre creía que esas cosas
habían desaparecido hace mucho tiempo, pero quién se iba a imaginar que habían
permanecido en la casa durante 30 años. Ella miró algunos trabajos al azar e
inmediatamente quedó fascinada con la singular forma de pensar de cada uno de
los niños; por ejemplo, un niño llamado Roberto decía que quería ser en el
futuro el capitán de la marina, porque una vez él estaba nadando en el mar, tomó
accidentalmente casi medio litro de agua marina y no se ahogó; otro niño
llamado Aurelio decía que se convertirá en el presidente de México porque él
pudo memorizar 25 ciudades del país; lo más sorprendente era un niño con disminución visual llamado David, él creía que en el futuro será "doctor de ojos". En fin, los 31 niños
estaban describiendo su futuro.
Al leer estos textos, mi mamá
tuvo una idea: devolver estos ejercicios a los mismos estudiantes para ver si
han cumplido sus sueños de hace 30 años. Me pidió que le ayudara a localizar a sus
exalumnos por medio de las redes sociales y así lo hice, mandándoles un archivo
digital de su tarea de kínder a cada uno de ellos. Pude dar con todos menos con
uno.
Transcurridos los días, mi mamá
recibió muchos mensajes con la respuesta de lo que ahora serían sus exalumnos, en comparación
con lo que hace tres décadas soñaban ser. Roberto no fue capitán de la marina,
pero logró tener su compañía naviera con una importante flota de barcos;
Aurelio aún no es presidente de México, pero logró ser presidente municipal de
su localidad y presidente de una importante asociación nacional de municipios.
No todos habían cumplido sus sueños, pero la mayoría se había aproximado a
ello.
A todos les hizo llegar el
original de su trabajo del jardín de niños. Un año después, a mamá solo le
faltaba tener comunicación con David y conservaba aún su tarea de preescolar.
Ella pensó que quizás David
había muerto, ya había pasado 30 años y todo pudo pasar en ese tiempo; y justo
cuando estaba dispuesta a dejar en el olvido la hoja, aún
bien conservada, con garabatos y un texto rudimentario que permitía leer:
“doctor de ojos”, recibió por correo electrónico un mensaje del director
general de la Clínica para la Salud Visual. El texto decía:
"Ese niño llamado David soy yo, gracias por guardar nuestros sueños
de la infancia, pero ya no necesito esa hoja, porque desde aquel entonces, mi
sueño siempre permaneció en mi cabeza, nunca me rendí, pasaron 30 años y puedo
decir que ya se cumplió mi sueño. Hoy quiero contarles a todos, a través de
este escrito, que sólo necesitan esforzarse y perseguirlo. No dejes que los
sueños se desvanezcan con los años. No apartes la mirada de tus objetivos. Yo
no podía ver bien con los ojos, pero siempre pude visualizar con la mente a dónde
quería llegar. Hay que soñar y atreverse a triunfar, solo entonces el éxito
aparecerá algún día en frente de ti"
Tú, ¿qué opinas?